Diversas veces hemos experimentado la sensación de seguridad a la hora de emitir un juicio o de decidir sobre algun asunto. Es una bendición no estar sacudido por las dudas y tener las cosas claras. ¡Qué fácil es entonces la decisión! Dudar con frecuencia está mal visto, como si fuera una cualidad de las almas inferiores, en tanto que la persona que muestra seguridad es percibida por los demás con un halo de superioridad. No obstante, si hay algo claro es que las cosas nunca son como parecen, y ni es tan malo tener dudas ni tan bueno tener las cosas claras. La intuición, que es el arma secreta de las personas seguras, está sobrevalorada. A ella aluden los que pisan fuerte cuando deben rendir cuentas de sus decisiones, de esas decisiones que frecuentemente afectan a otras personas. Curiosamente, esas otras personas afectadas se dan por satisfechas cuando el que decidió argumenta que lo hizo en base a su intuición. Por eso digo que la intuición está sobrevalorada. Bueno, no soy yo quien lo dice, simplemente me hago eco de Daniel Kahneman, primer psicólogo premio nobel, concretamente de economía, por sus investigaciones sobre cómo en escenarios de incertidumbre las personas toman decisiones.
Kahneman suscribiría con seguridad, ya empezamos, la afirmación de Bertrand Russell de que este mundo funcionaría mejor si los inteligentes dudaran menos y los estúpidos dudaran más. Aunque visto con un poco más de espíritu crítico, Kahnemnan no simplifica tanto como para diferenciar entre inteligentes y estúpidos. Para él todos somo inteligentes y estúpidos a la vez, y dependiendo del contexto se manifiesta más una característica que la otra. Por ejemplo, en escenarios muy sencillos y con pocos datos, como cuando acabamos de conocer a una persona y sólo tenemos de ella la impresión dejada por una frase que ha dicho, por el color de su camisa y por el olor de su perfume, tenemos la impresión de conocerla muy bien. Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir “guipo a una persona con tan solo verla”. Por el contrario, no nos es extraña la sensación de compartir la vida con alguien, y a pesar de ello no saber quién es. Sin embargo, la intuición nos lleva a tener la seguridad de conocer a alguien con tan sólo verlo. Kahnenam concluye que la intuición es en muchas ocasiones pensamiento estereotipado, que en base a muy pocos datos construye una imagen completa y nítida de alguien, o de algo.
Pero atención!! El pensamiento estereotipado no se cura por el mero hecho de enriquecer el escenario de la decisión, es decir, de introducir más datos. Linda es uno de los personajes más famosos de la psicología, sobre la cual hay que hacer un juicio después de leer la siguiente descripción
“Linda tiene 31 años, es soltera, sincera y muy brillante. Se especializó en filosofía. De estudiante le interesaban mucho los asuntos de discriminación y justicia social, y también participó en manifestaciones antinucleares”
Después hay que decidir cuál de estas dos opciones es más probable:
- Linda es cajera de un banco
- Linda es cajera de un banco y activista del movimiento feminista
A pesar de que la opción más probable es la 1, la mayoría de las personas escogen la 2. La opción 1 es la más probable por una cuestión lógica, ya que todas las cajeras de banco feministas son cajeras de banco, pero no todas las cajeras de banco son feministas. La mecánica de la tarea es la misma que opera en la pregunta ¿dónde hay más madrileños, en España o en Madrid? Y sin embargo, en el caso de Linda, la mayoría de las personas eligen la opción 2. Eso ocurre porque la opción 2 es más plausible, encaja más en el estereotipo de persona que nos hemos formado de Linda después de leer su descripción. La opción 2 Es más coherente, más rica, que la primera, y a pesar de ello, más falsa. Y es que, citando a Kahneman, “las historias más coherentes no son necesariamente las más probables, pero son plausibles, y el incauto confunde fácilmente las nociones de coherencia, plausibilidad y probabilidad”
Esto es algo que saben muy bien los guionistas de cine y buenos escritores de ficción, que al dar descripciones detalladas de sus personajes los hacen más plausibles.
El ejemplo que acabo de dar no se agota aquí, y podemos ver que cuando se trata de la cuestión de dónde hay más madrileños, no nos llevamos a engaño. Ello es así porque en este caso debemos juzgar sobre números, sobre cantidades de población y sobre nadie en particular, y en ese escenario es más fácil utilizar la lógica, es decir, ser inteligentes. Pero cuando debemos juzgar sobre una persona en particular, como es el caso de Linda, entonces nos volvemos estúpidos y nuestro juicio falla más que una escopeta de feria. Pero a diferencia de lo que ocurre en la feria, estamos seguros de haber acertado. Los problemas interpersonales están servidos.
Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa