Psicología y formación

Abuso psicológico

Abuso psicológico

Es fundamental aprender a relacionarse de una forma respetuosa,
auténtica y genuina con los demás.

Las personas somos seres sociales, y como tales debemos relacionarnos y vincularnos con los demás para cubrir nuestras necesidades más fundamentales. No podemos desarrollarnos de manera aislada. Las tareas fundamentales del ser humano, el amor y el trabajo, necesitan de los demás para poder desempeñarse. Ya en la antigua Grecia se practicaba el ostracismo como forma de castigo severa contra aquellos que habían atentado contra el bien de la comunidad o polis, obligándolos a exiliarse durante 10 años. Este era considerado un castigo muy penoso para los condenados, porque una de nuestras necesidades fundamentales, quizás la fundamental después de comer y beber, es la relación con los demás. Esto es tan vigente hoy en día como lo era en la antigua Grecia, hace más de 2500 años.

Es precisamente esa necesidad de tener vínculos con los demás la que nos hace vulnerables al abuso psicológico, pero también correr el riesgo de convertirnos en abusadores nosotros mismos. Por tanto, debemos saber detectar y atajar los indicios de una relación abusiva o tóxica, antes de que se establezca. Esto es muy importante, puesto que si no lo hacemos al principio, después será más difícil, hasta el punto de que se puede llegar a necesitar la intervención de terceras personas para apartarnos de la relación abusiva.

Es fundamental aprender a relacionarse de una forma respetuosa, auténtica y genuina con los demás. Ello sólo ocurrirá si además aprendemos a mantener el respeto por nosotros mismos en primer lugar, puesto que una cosa no puede existir sin la otra.

Abús psicològic

Las relaciones saludables permiten a cada persona de la relación crecer, a todas y sin excepción. Si todas las personas no crecen, o si unas lo hacen a costa de las otras, la relación no será saludable.  Este crecimiento mutuo es estimulado por la relación, que brinda un marco nutritivo para todas las partes, marco que a la vez son las personas que forman parte de la relación las que lo construyen.  Por tanto, se trata aquí de una retroalimentación entre cada persona y el grupo* Las relaciones saludables están basadas en el equilibrio entre la autonomía de cada participante y el compromiso con los demás. Este equilibrio puede ser delicado y frágil, y por eso es necesario atenderlo, cuidarlo. De lo contrario es probable que se establezcan situaciones de dominación o sumisión que dañarán a las personas y harán ineficiente al grupo, porque cuando las personas están dañadas no pueden aportar lo más valioso que tienen a la relación: su fuerza creativa y su entusiasmo.  Entonces la manera de mantener la relación será mediante una u otra forma de coacción, más o menos encubierta, más o menos intensa. Una relación así no será sana, pues una relación solo puede ser sana cuando se mantiene desde la libertad, y no desde el miedo y/o la culpabilidad a lo que pasará o me pasará si me comporto de determinada forma en su seno, o al miedo y/o culpabilidad a lo que pasará o me pasará si la abandono. Todas las formas de coacción o abuso en una relación entre personas se basan en la instigación de miedo y/o la culpabilidad.

Es importante distinguir aquí cuando una persona trata a otra como un sujeto o como un objeto. En una relación sana cada persona reconoce a la otra como un fin en sí misma, y por eso acepta y fomenta que sea la otra persona la que en último término tome sus decisiones. Se reconoce a la otra persona con sus objetivos, deseos, necesidades, creencias, defectos y virtudes, que pueden ser diferentes de los nuestros. Esto significa que en lugar de intentar cambiarla para que sea como nosotros queremos, mantenemos una distancia que es signo de respeto por su autonomía, aunque podamos estar en desacuerdo con sus acciones y decírselo. A esta distancia M. Langone (2016) le llama distancia amorosa, y es fundamental su existencia para el establecimiento de una relación saludable.  La distancia amorosa es la que reconoce la existencia del otro como un ser diferenciado y autónomo de nosotros. Se aprende fundamentalmente a mantener esta distancia amorosa, si las relaciones son saludables, en el seno de la familia de origen. Es esta distancia amorosa la que nos permitirá tratar al otro como a un sujeto.   Pero si en lugar de ello, yo intento imponer mi criterio cuando la otra persona piensa una cosa diferente apoyándome en mi supuesto mayor conocimiento de lo que es mejor para ella, por ejemplo, o me amparo en lo que la amo para presionarla a tomar una decisión contraria a la que hubiera tomado inicialmente, entonces no la estoy respetando y la estoy tratando como a un objeto. No estoy manteniendo la distancia amorosa, y me estoy inmiscuyendo de una manera tóxica en su vida.

En saber mantener la distancia adecuada puede estar la clave entre una relación saludable y una abusiva.   Muchas veces actuamos sin respetar la distancia adecuada justificándonos en el amor que le tenemos al otro. En casos más patológicos podemos llegar a pensar que el otro es un apéndice nuestro, con la imposibilidad añadida de reconocer que tiene emociones, deseos y necesidades diferentes de las nuestras.  Pasa mucho en las relaciones padres-hijos. Pero eso no es amor, porque no puede existir amor sin respeto por el otro, con el derecho a equivocarse incluido. También estoy tratando al otro como objeto si tomo decisiones que tienen que ver con él a sus espaldas o sin comunicárselo.

De la misma manera que hay que cuidar un jardín para que no crezca la hierba en él, hay que cuidar una relación para que siga siendo saludable. De lo contrario acabará apareciendo el abuso de una de las partes hacia la otra, y su complementario: la sumisión. Si la sumisión se cronifica se convertirá en dependencia.  Abuso y dependencia son las dos caras de una moneda, y unidas mantienen una relación abusiva, que provoca mucho sufrimiento, durante largos periodos de tiempo.

Cuando hablamos de relación nos podemos estar refiriendo, indistintamente a:

Una pareja, una familia, una asociación, ONG, grupo terapéutico, o club deportivo, una empresa o institución, una escuela o universidad, un pueblo o país, y cualquier grupo humano. También a una relación paciente-terapeuta.

*Pero conviene no olvidar que el grupo no es más que la suma de las personas, y no una entidad abstracta, por tanto serán las personas del grupo la medida de todas las cosas que ocurran en él, y no esa entidad abstracta. A veces se da al grupo entidad propia al margen de sus componentes, se lo cosifica, trampa que nos permite el lenguaje con su capacidad de convertir cosas abstractas en entidades concretas. Este hecho contribuye a legitimar muchas situaciones de abuso en el seno del grupo, pues se aduce que se inflige un daño a un miembro por el bien superior del grupo. Conviene no olvidar que el grupo no es más que una idea, sin entidad real más allá de sus integrantes, sin existencia propia más allá de ellos. Por tanto, lo que sea perjudicial para un miembro no puede ser beneficioso para el grupo, estrictamente hablando.

Rodríguez Carballeira, A; Saldaña, O. y otros (2015) realizan la siguiente clasificación de las estrategias de Abuso:

  • Abuso emocional: ridiculizar, menospreciar, amenazar, culpabilizar a la otra persona. También dentro de esta categoría está el activar emociones positivas intensas, adular exageradamente al otro para que se sienta bien, estimulando su ego, especialmente en situaciones de crisis personal en las que la autoestima puede estar debilitada. La persona que es tratada así experimentará un gran bienestar momentáneo, que equivaldría al subidón provocado por una droga. El efecto será que la persona pondrá su empeño en seguir siendo adulada. El problema es que esa adulación será arbitraria, y se alternará con la ridiculización, menosprecio, amenaza o culpabilización, llevando a la persona a sentirse tremendamente confusa. El abusador jugará con la elicitación de estos dos tipos de emociones “positivas” y “negativas” en la persona abusada, manteniéndola siempre en vilo e inestable.
  • Aislamiento: El abusador va aislando a la persona abusada de todo su entorno. La vida de la persona abusada cada vez gira más entorno de la del abusador. Esto la convierte en más dependiente de ella. Especialmente relevante es el aislamiento de la familia de origen, con mil motivos que no son más que excusas para justificarlo. Al distanciarse de personas tan fundamentales como la familia, la persona abusada queda más expuesta y en situación de vulnerabilidad. También se boicotea hasta debilitar o destruir la relación con los mejores amigos, o redes de apoyo como pueden ser asociaciones, clubes, de los que la persona abusada era miembro activo.
  • Control sobre la vida personal: El abusador quiere saber dónde está y qué está haciendo en todo momento la persona abusada. Soporta con dificultad las muestras de autonomía de ésta, y las desincentiva, cuando no las censura o trata de impedirlas abiertamente. El control sobre la otra persona se extiende al tipo de actividades que debe hacer, con quien debe relacionarse, qué hábitos debe tener, cómo vestirse, etc. También es objeto de control el dinero del que dispone el otro y sus gastos. Incluso se le llega a racionar el dinero, independientemente de que la persona abusada tenga sus propios ingresos o no.
  • Control sobre la información: Un tipo especial de control también muy relacionado con el que se acaba de mencionar es el que se refiere a qué fuentes de información (diarios, televisión, libros, etc) son adecuados y cuáles no.
  • Creencia en la cualidad especial del maltratador: La persona abusada idealiza al maltratador, y le confiere un carisma o cualidades especiales, que ella no tiene y de los que gracias a estar con él o ella se podrá beneficiar.
  • Control sobre el pensamiento: Este significa el grado más extremo de sometimiento ya que la persona llega a interiorizar y a hacer suyo el pensamiento del abusador. Así, consecuencia de toda la cadena de abuso que acabamos de exponer, la persona abusada puede llegar a pensar que no tiene capacidad para tomar decisiones, y que por eso necesita que las tomen por ella; puede pensar que tiene poco valor como ser humano, y por eso debe estar al lado del abusador; puede pensar que porque tiene poco valor como persona se merece el maltrato del que está siendo objeto, que en su desesperación puede incluso no percibir como maltrato, sino simplemente como el trato que debe recibir.

Suelen ser relaciones estrechas e íntimas, que tienen que ver con el trabajo, el amor, el desarrollo espiritual o religioso y la educación, es decir, con tareas esenciales de la vida. En estos ámbitos todas las personas necesitan resolver cuestiones y relacionarse con otras personas para conseguirlo. Cuando hay una inquietud o anhelo muy grande por conseguir algo que nos falta y creemos necesario, buscaremos, y es probable que como resultado de esa búsqueda  encontremos. Pero será fácil que lo que encontremos sea un espejismo en forma de personas en las que depositaremos todas nuestras ilusiones de bienestar, o que nos ofrezcan soluciones simples a nuestros anhelos.  El hecho de creer haber encontrado aquello que buscábamos nos producirá una gran satisfacción, fruto del deseo que teníamos aparentemente cumplido. Y entonces es probable que confundamos el bienestar experimentado y que no es más que el producto de la esperanza engordada, con la solución misma que estábamos buscando. Pero la esperanza no puede asumir eternamente el papel que no le corresponde, y al final sobrevendrá la duda o la decepción. Es entonces cuando más riesgo existe de producirse una situación de abuso psicológico, porque el vínculo que había iniciado la ilusión y la esperanza lo tendrá que mantener alguna forma de abuso o manipulación psicológica una vez aquellas han desaparecido.

Aunque no tiene porqué ser así, estas situaciones suelen tener como protagonistas a personas que tienen una posición asimétrica de poder. Por ejemplo:

  • Adulto-niño
  • Jefe-empleado
  • Individuo-Grupo
  • Líder religioso – seguidor
  • Terapeuta – paciente
  • Profesor – alumno

Pero las relaciones abusivas pueden establecerse también entre personas con el mismo nivel de poder, al menos teóricamente, por ejemplo:

  • Dos socios en un negocio
  • Una pareja
  • Dos amigos

En todas estas situaciones quien ostenta el poder tiene dos agendas respecto a la otra persona: una que es pública y declara servir al mejor interés para ella, y otra que es oculta y pretende la consecución de un objetivo secreto.  Este objetivo nada tiene que ver con el mejor interés de la otra persona sino más bien al contrario. De esta manera se inicia la manipulación o abuso. Al abusador lo guía en todo momento su agenda oculta mientras declara abiertamente que lo hace la pública. La manipulación y abuso psicológico son los medios de mantener el engaño, de mantener la ilusión artificialmente en la persona engañada.

Si la persona manipulada se da cuenta de que el manipulador no está actuando de manera auténtica con ella, si es capaz de ver que la está tratando como a un objeto, tendrá la oportunidad de cortar la relación. Pero requiere mucha clarividencia darse cuenta del engaño, y mucha fuerza de voluntad después cortar la relación, precisamente por la gran esperanza que se había depositado en ella al principio. 

También puede ocurrir que la persona que acaba abusando sólo tenga una agenda con respecto a la abusada, y que esta agenda tenga como objetivo el mejor interés para la otra persona. Pero si trata de imponer esa agenda sin contar con la opinión de la otra persona, es decir, si la trata como un objeto en lugar de como a un sujeto (ver más arriba la distinción) el resultado será también una relación abusiva. Mantener una distancia amorosa con la otra persona, sabiendo reconocer que no es una prolongación de uno mismo, sino alguien totalmente diferenciado, es fundamental. Esto es particularmente importante, por ejemplo, en caso de madres que tratan de vivir sus vidas a través de las de sus hijos, lo cual es inviable, y por tanto causando mucha desgracia a los dos.

En todos los casos la parte abusadora mantiene su dominio utilizando algún tipo de coerción, básicamente la amenaza y/o la culpa. No obstante, la intervención es diferente cuando el poder entre las partes implicadas es igual o desigual, ya que en estos últimos casos el nivel de indefensión de la persona que sufre abuso es más alto, hasta el punto de convertirse en víctima.

El machismo, los celos y el control de la otra persona, la imposición del propio criterio sobre el otro, el bullying, el mobbing, las relaciones sectarias, etc. son todas formas de relaciones abusivas y necesitadas de tratamiento.

La persona que está sufriendo abuso necesita ayuda para ser plenamente consciente y romper esta manera de relacionarse.

Las épocas transicionales de la vida nos hacen más vulnerables. La adolescencia, el paso de la adultez a la vejez, serían dos ejemplos. También los acontecimientos que nos cambian la vida y que son inherentes a ella: la pérdida del empleo, una enfermedad grave, el fallecimiento de una relación íntima, un divorcio, el paso del instituto a la universidad, la jubilación, etc.  

Las personas que han crecido en familias donde no ha habido un ambiente cálido y de aceptación, y con relaciones enmarañadas, esto es, sin unos límites y una distancia respetuosa (distancia amorosa) entre sus miembros, carecen de modelos de relaciones saludables en su familia, lo cual las puede hacer más proclives a establecer relaciones abusivas fuera de ella. Pueden convertirse, de esta forma, en abusadores o abusados.

Pero en general nadie está exento del peligro de convertirse en víctima de abuso psicológico, ya que todos tenemos algún ámbito en nuestra vida, sino varios, con carencias. Todos tenemos el deseo de algo que no tenemos y que anhelamos conseguir: amor, dinero, sexo, sentido de pertenencia, status, un sentido para nuestra vida, reconocimiento, destacar en una actividad profesional, cultural o deportiva, crecimiento espiritual, etc.  Todos tenemos una debilidad y un anhelo en alguno de estos ámbitos y eso facilitará la aparición de alguien que nos prometa subsanar esa carencia, o al cual le atribuyamos nosotros esa capacidad.  En esos momentos se incrementará el riesgo de que ese alguien acabe abusando de nosotros.  

Atiende al siguiente Espectro de la influencia, para saber si una relación tuya o de un familiar es saludable (Influencia ética), si debes tener cuidado (Señales iniciales de hackeo mental) o es directamente abusiva (influencia indebida)   ADEMÁS En caso de que la sospecha sea respecto a ti. Cuando ante una persona o grupo con la que tienes una relación estrecha hace tiempo te sientes de la siguiente manera: Tenso cuando tienes que explicarle alguna cosa que piensas que no le agradará Renuncias a expresar ciertas cosas o ideas para que no se enfade o se sienta mal. Crees que debes explicarle todo lo que te pasa, y todo respecto a cómo te sientes. Y si no lo haces así te sientes culpable. Pides permiso para realizar cualquier actividad, o directamente renuncias a realizarla porque piensas que a la otra persona no le gustará Intentas siempre agradar a la otra persona. Te pones la ropa, expresas las ideas, te comportas de la forma que piensas que a la otra persona le agradará. Te cuesta estar a gusto y disfrutar de tu tiempo y actividades cuando no estás con esa persona o grupo. Te cuesta tomar decisiones por tu cuenta, sin consultarle antes a la otra persona o grupo. Si finalmente cuando tomas una decisión por tu cuenta te sientes culpable. Si estás irritable o con bajo estado de ánimo. Te has apartado de las relaciones que antes te solían llenar y/o de tu familia.   Si la respuesta a 4 o 5 de estas cuestiones es Sí Entonces es probable que estés siendo objeto de abuso psicológico.   En caso de que la sospecha sea respecto a un familiar o persona cercana. Si percibes cambios repentinos en su modo de pensar, de vestir, de comportarse, en su filosofía de vida y valores Si lo notas distante, callado o incluso hostil. Si alterna esta actitud con el entusiasmo, la vehemencia acerca de una persona o grupo. Si está irritable o con bajo estado de ánimo. Si el contacto y/o comunicación con él se convierte repentinamente o paulatinamente en algo difícil de establecer. Si se muestra muy crítico con todo lo que tiene que ver con su vida anterior a conocer a la persona o grupo con el que está vinculado ahora mismo Si se muestra muy crítico con la familia o amigos de toda la vida, despreciando su forma de ser y de vivir. Si toda su vida gira alrededor de la persona o grupo con la que está vinculado/a Si notas que le cuesta mucho tomar decisiones sin consultarlas con la persona o grupo con la que está vinculado/a Si notas que no está a gusto o no tiene interés por realizar las actividades que siempre le gustaron Si notas que no tiene interés o no está a gusto con las personas (familia y amigos) con las que siempre estuvo unido. Si la respuesta a 4 o 5 de estas cuestiones es Sí, entonces es probable que tu familiar o allegado esté siendo objeto de abuso psicológico.

Si sospechas que estás sufriendo abuso psicológico debes saber:

  • La relación no irá a mejor. NO esperes que cambie la otra persona o el grupo
  • Tú no eres culpable de la situación. Tú eres víctima de ella
  • Habla con alguien de confianza y explícale lo que te sucede. El silencio es la peor solución
  • Mantén el contacto con las personas a las que siempre has apreciado, y que sabes que te aprecian a ti. No te aísles.
  • Pide ayuda profesional.

Si sospechas que tu familiar o allegado está sufriendo abuso psicológico

  • Mantén el contacto con él o ella, aunque sea difícil y no se muestre receptivo/a. Debes persistir. Si la persona rehúye el contacto, debes saber que es como consecuencia de la manipulación y del abuso al que está siendo sometida, no porque te rechace. Mantener la relación es fundamental y es probable que para conseguirlo el esfuerzo mayor deberá venir de tu parte.
  • No le bombardees con preguntas ni le obligues a explicarte las cosas, ni le acuses si no lo hace. Es mucho mejor estrategia explicarle tú mismo/a cosas respecto a ti y tu vida que puedan captar su interés. Es mejor ser ejemplo de lo que quieres que haga él/ella.
  • No critiques a la persona o grupo que están cometiendo el abuso en presencia de tu familiar. Eso provocara su rechazo. Habla con él/ella de las cosas que os unían, de vuestras aficiones comunes, de las cosas que sabes que siempre le han gustado.
  • Infórmate sobre todos los aspectos de la relación de tu familiar o allegado con la persona o grupo abusadores. Busca información sobre el grupo en cuestión. Llevar un diario en el que anotar los sucesos del día a día que nos relata nuestro familiar en relación a la persona o grupo puede ser muy útil para, llegado el momento, confrontarlo con incongruencias propias del abuso de las que no es plenamente consciente.  No obstante, busca ayuda profesional para decidir conjuntamente cuál es el momento para realizar esa confrontación de tu familiar con los hechos. Precisamente porque está siendo manipulado psicológicamente si se realiza esta confrontación en el momento inadecuado fracasará.  Por la dinámica de la relación abusiva tu familiar se planteará en algún momento que está siendo maltratado. Este momento puede tardar semanas, meses o años en llegar. Pero es cuando llegue, y no antes, que deberemos utilizar toda la información recopilada para confrontar a la persona con la realidad de que está siendo abusada y manipulada.
  • No le digas a tu familiar que está en una relación abusiva, en una relación sectaria o en una secta.
  • No dediques tu energía a combatir el grupo
  • Céntrate más bien en cómo puedes ayudarlo en cualquier circunstancia que surja. Y que él lo perciba. Que perciba que tu amor por el/ella prevalece por encima de las circunstancias.
  • Mejora tus habilidades de comunicación con tu familiar. Si nunca fueron buenas, aprende a hacerlo ahora. Un profesional te puede ayudar si lo necesitas.
El aprendizaje de la distancia amorosa con los demás es fundamental. Este aprendizaje se realiza de forma natural cuando las relaciones en la familia de origen son saludables. Cuando ello es así la transición entre la dependencia total del bebe a la autonomía del joven adulto se realiza adecuadamente en el seno de la familia. Esa autonomía significa que aprendo a responsabilizarme de mi vida sin culpabilizar a los demás de mis problemas o fracasos, a la vez que no dejo que los demás me responsabilicen a mí de los suyos. Esa autonomía significa que me centro en los objetivos de mi vida e intento alcanzarlos por mis medios, aunque sé pedir ayuda a los demás cuando es necesario, a la vez que estoy disponible para proporcionársela yo también a ellos cuando la precisan y me la piden. De esta manera vivo mi vida libremente, aunque en harmonía y comprometido con los demás.  En mis relaciones íntimas siempre mantengo un espacio de independencia, un espacio mío (ver gráfico abajo) que es inquebrantable e inviolable, donde soy yo y me reconozco a través de los acontecimientos y personas que han sido y/o son relevantes en mi vida, conformando así mi historia, historia que tiene unos temas fundamentales que son reconocibles a lo largo de la misma, y que se proyectan en el futuro trazando una línea que puedo seguir o no, pero que siempre me guía.  Vivir de una forma independiente pero a la vez comprometida con los demás supone un delicado equilibrio que se ve constantemente amenazado por las demandas de las personas que nos rodean. Estas demandas pueden ser bienintencionadas o no, razonables o no, plausibles o no, pero siempre requieren la toma de decisiones por nuestra parte. Siempre requieren la utilización de adecuadas habilidades de comunicación y la capacidad de establecer límites con los demás, límites que deberán ser a la vez flexibles pero firmes. Así se aprende a establecer y a mantener una distancia amorosa con los demás. Esta distancia es lo suficientemente grande para garantizar mi independencia y respetar la de los demás, y lo suficientemente pequeña para permitir mi presencia en la vida de los demás y la presencia de los demás en la mía. Todo lo que acabamos de decir se puede ilustrar en el siguiente gráfico: Relaciones respetuosas A tener relaciones respetuosas, auténticas y libres se aprende. Y si en el seno de la familia de origen no se aprendió porque era una familia disfuncional o por cualquier otro motivo, la persona tendrá esa incapacidad que sólo podrá ser remediada mediante un aprendizaje que deberá ser realizado en otro contexto.  En ese aprendizaje será fundamental:
  • Saber comunicar, lo que significa saber escuchar y saber expresar.
  • Ser empático, lo que significa saber ponerse en el lugar del otro. Para ello debo poder ver al otro, y para poder ver al otro debo estar separado de él por esa distancia amorosa a la que se ha hecho reiterada referencia. Sin esa distancia amorosa, o me hallaré tan pegado que me confundiré con él y no sabré distinguir sus necesidades de las mías, su vida de la mía, o me hallaré tan distante que lo veré mal o no lo veré en absoluto.
  • Establecer límites flexibles pero firmes.

Con frecuencia los niños que han padecido abuso psicológico se convierten en abusadores cuando son mayores. Esto ocurre porque nadie les ha enseñado a tener relaciones respetuosas, auténticas y libres. Asimismo, el empleado sumiso en la oficina puede ser un tirano en casa. Esto ocurre por el mismo motivo: la incapacidad de establecer relaciones respetuosas, auténticas y libres. Y así la persona se moverá entre los dos polos de una dimensión donde sólo existen las posiciones de abusador y abusado. Para salir de esa dimensión con solo dos polos la persona deberá aprender a tener relaciones respetuosas, auténticas y libres. El trabajo que requerirá este aprendizaje será arduo pero gratificante. En la sección Formación de esta web encontrarás cursos que te ayudarán en ese aprendizaje, si lo precisas. 

Referencias

Langone, M. (2016). Origins and Prevention of Abuse, ICSA Today, Vol. 7, No. 3, 11-13

Rodriguez Carballeira, A., Saldaña, O., Almendros, C., Martín-Peña, J., Escartín, J., Porrúa-García, C.  (2015) Group psychological abuse: Taxonomy and severity of its components; The European Journal of Psychology Applied to Legal Context, 31-39

NJ Safe & Sound. NJ Safe & Sound es una organización de voluntariado fundada en 2012 en Nueva Jersey (USA) para educar al público sobre la manipulación psicológica extrema, y para reclamar la legislación que proteja al ciudadano de este tipo de abuso psicológico. Su web es: http://njsafeandsound.org