Adolescentes, impulsividad y fuerza de voluntad

Preguntas

El objetivo de nuestra educación es conseguir
que nuestro cerebro sea el instrumento de nuestra voluntad.


F. Ferrer i Guardia (El Masnou 1859 – Fossar de Montjuich 1909)

Con esta frase del fundador de la Escuela moderna, que murió fusilado, falsamente acusado de ser el instigador de las revueltas de la semana trágica en Barcelona, ​​quiero establecer el hilo conductor de este escrito.

Ferrer y Guardia ya había sido encarcelado, y después liberado, unos años antes de su ejecución. El motivo, su vinculación con el autor del intento fallido de asesinato del rey Alfonso XIII, que era el bibliotecario y traductor en la escuela fundada por el de Masnou. La escuela moderna fue revolucionaria precisamente por la filosofía que impregna la cita que encabeza éste el escrito, y que postula que el hombre es un instrumento de sí mismo, o de su voluntad, y no de Dios o del estado. La Escuela moderna fue la primera escuela no religiosa en España, y supuso una mayor amenaza que las revueltas en la calle para el régimen establecido, ya que pretendía educar a las personas en el libre pensamiento. Su fundador se ganó la animadversión más profunda por parte de las oligarguías que detentaban el poder. Animadversión que fue en definitiva la causa última de su condena a muerte, y la posterior desaparición de la escuela moderna.

Más de 100 años después de estos eventos me encuentro la cita escrita en la pared de un parque de Capellades, y me fascina. Está escrita de forma pulida con spray negro y en mayúsculas, y mi intuición es que es obra de alguien vinculado al movimiento libertario, las juventudes de la CUP o incluso Okupa, ¿quién sabe? En cualquier caso, creo que la vigencia de su mensaje es absoluta y decido abrir el curso de Inteligencia Emocional, que por la tarde comienza en mi centro, con ella. De hecho, muchos años antes de que a alguien se le ocurriera acuñar este término y popularizarlo en todo el mundo con la habilidad que sólo un estadounidense es capaz de desplegar, y venderlo como si hubiera inventado algo, nos encontramos con el escuela moderna de Ferrer y Guardia hablando del espíritu crítico, de la voluntad humana como motor de su comportamiento y de la educación como herramienta para instaurar la obediencia de la persona a sí misma.


Creo que la vigencia del mensaje de la frase es absoluta en la actualidad porque, si bien ya no es la voluntad de Dios o la del Estado quien nos dirige, dudo mucho que sea la propia, por otra parte, la que lo haga. Para que nuestra voluntad sea soberana, primero debemos tener una voluntad propia, que nazca de nuestro interior, es decir, no manufacturada por los empresarios de la opinión y servida lista para consumir, como si de un plato precocinado se tratara. En segundo lugar, asumiendo que tenemos voluntad propia, que no es poco asumir, debemos tener la fuerza para mantenerla y no ir cambiándola a medida que avanza el día y nos distraemos con todos los estímulos con los que somos bombardeados por todas partes. Por esos estímulos que nos despiertan emociones, apetencias y deseos que nos impulsan en direcciones opuestas a la que inicialmente nos marcaba la voluntad.

Me gustaría centrarme ahora en adolescentes y jóvenes. José Luís Aranguren decía: «la juventud retrata, siempre con trazos fuertes, la sociedad global, a la que, por su parte, no siempre le gusta verse así retratada». ¿Cuál es el retrato de muchos de los jóvenes que vemos en la consulta? Incapaces de cumplir normas. Nuestras normas. Incapaces de conseguir objetivos, nuestros objetivos. Consumidores insaciables de ocio almacenado en pantallas. Las pantallas que les hemos comprado nosotros. Flirteo con las drogas; que han adquirido con nuestro dinero. ¿Dónde está la voluntad de estos jóvenes? A algunos ya hace tiempo que se les ha etiquetado con trastorno de atención. No pueden mantener la atención. Es nuestro diagnóstico. Pero para mantener la atención en algo, ¿no debería haber antes una voluntad entrenada para hacerlo? ¿Cómo se entrena la voluntad? ¿Y cómo se enseña a tener una voluntad propia, que no asuma como tal la de los demás? ¿Es posible enseñar esto? Dado que no hay otra forma de enseñar que con el ejemplo, ¿somos nosotros ejemplo de lo que queremos enseñar? ¿O hace tiempo que, como la oligarquía lo hizo con Ferrer y Guardia, los impulsos del momento han fusilado nuestra voluntad?

He terminado este escrito con más preguntas de las que tenía al empezar. No era mi voluntad.

Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa