Estrategias para el bienestar emocional

Estratègies per al benestar emocional

¿Estar bien debe ser el objetivo?

En la conferencia que impartí en Vallbona d’Anoia el pasado viernes, titulada “Estrategias para el bienestar emocional” hablé de salud mental. Definí qué era un trastorno mental y qué no, ya que la insistencia que tenemos en estar bien puede precisamente acabar haciéndonos estar mal. No recuerdo qué pensador dijo que ponemos demasiado énfasis en estar bien, y nos olvidamos de hacer el bien, y que si pusiéramos más empeño en hacer el bien acabaríamos estando mejor. El bienestar es un mantra que repetimos y al que aspiramos. ¿Pero cuál es el problema por querer estar bien? Es una aspiración muy legitima. Evidentemente que lo es. Pero como todo en la vida, cuando el esfuerzo que se le dedica a algo es excesivo los efectos son contraproducentes, como lo son los esfuerzos excesivos por comer bien que acaban convirtiéndose en obsesivos, por poner un ejemplo.

Porque la fluctuación es parte esencial de la vida, y tener altibajos lo más normal del mundo, la insistencia en el bienestar como forma de vida puede hacernos vivir con mucha incomodidad el hecho inevitable de tener un mal día. Nos podemos cuestionar más cosas de la cuenta cuando esto ocurre, e incluso nos podemos cuestionar a nosotros mismos, y pensar que algo malo está ocurriendo en nuestro interior. Precisamente porque estar mal deja de ser algo natural, nos empezamos a preocupar demasiado por estarlo. Esto lleva a muchas personas a acudir a la consulta del psicólogo, cuando en realidad no existe un motivo para hacerlo. Especialmente lleva a muchos padres a llevar a sus hijos al psicólogo cuando lo que están experimentando son dificultades asociadas a crecer, a hacerse mayores, y sí, a los sufrimientos que este proceso comporta. Nuestra convivencia con el sufrimiento es conflictiva. Mi profesor Manel Villegas siempre nos decía que el objetivo de la terapia psicológica nunca debe ser tratar el sufrimiento, algo consustancial a la vida, sino el sufrimiento inútil, consustancial a las enfermedades mentales. Aunque se pueden confundir ambos tipos, y de hecho los pacientes lo hacen, los profesionales de la salud mental estamos obligados a tener muy presente la distinción.

Otro factor asociado a vivir con angustia las fluctuaciones normales en el estado de ánimo es la competitividad imperante que nos dicta como factor de éxito el estar bien siempre, y evidentemente en mostrarlo a través de todos los medios al nuestro alcance: redes sociales, etc. Siempre hemos necesitado referentes y modelos en los que reflejarnos, lo que es parte de un desarrollo saludable. Pero parece que la cosa se nos ha escapado de las manos y esta necesidad de modelos se ha convertido en una necesidad de ser modélicos siempre y en cualquier lugar, lo que nos hace sentir presionados para adecuarnos a ese imperativo. Ni que decir tiene que ser modélico, «lo que debe ser», implica estar bien, contento, feliz. Por otra parte, los modelos a los que aspiramos no son precisamente ingenieros astrofísicos o médicos que han desarrollado vacunas para salvar a la humanidad. Son modelos bastante más banales que, eso sí, ríen y son aparentemente el colmo de la felicidad.

El sufrimiento está denostado. Otro factor no menor para explicarlo es que se le asocia al fracaso. También el fracaso es parte natural de la vida, pero esto ¡cuesta tanto aceptar en una sociedad competitiva donde sólo parece tener lugar el éxito! El fracaso, junto con su hermano pequeño, el error, son difíciles de digerir en este caldo de cultivo. Y a quienes más dificultades les comporta es a nuestros niños y adolescentes. Es tan fácil saltar a la conclusión después de un error de que se ha fracasado, y desde ahí llegar a la percepción de uno mismo como fracasado. ¡Es tan fácil hacerlo cuando la personalidad se está formando! Es tan fácil hacerlo cuando ésta es la visión predominante, y si tú tenías alguna duda, ¡el entorno ya se encargará de dejarlo claro! La cultura también juega un papel aquí. En la Norteamericana se estimula a los candidatos a cualquier trabajo a consignar todos sus fracasos en el CV. Cuantos más haya más señal de que la persona es emprendedora, más señal de madurez, lo que encaja en el dicho de que algunas veces se gana y otras se aprende. En nuestra cultura el error y el fracaso son una lacra que puede dejarte marcado y tocado para siempre. Por eso cuesta tanto reconocerlo. Como ejemplo la reciente ley del Si es sí en que la ministra Irene Montero llegará a donde haga falta en su defensa antes que reconocer cualquier tipo de error en su redacción y tramitación, cuando podría ser tan fácil subsanar el error y seguir adelante con la ley, que es una muy buena ley. En este caso es posible que deje marcada para siempre a la ministra precisamente no reconocer el error.

Por eso intenté aclarar en mi conferencia en Vallbona d’Anoia que el título de la misma era equívoco, y que estar bien no puede lograrse o favorecerse con ninguna estrategia. Para empezar porque probablemente el objetivo sea equivocado.

Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa