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Fuimos a pasar el fin de semana con unos amigos, Teresa  y Juan,  a un pueblecito de la provincia de Soria, donde el tío de Teresa tiene una casita a la que nos habían invitado. Curiosamente, otro amigo mío, Toni, tenía a su familia veraneando desde hacía un par de semanas a pocos kilómetros del pueblo al que nosotros íbamos, y en esos días tenía previsto viajar por su cuenta para ir a unirse con ellos,  así que le propuse que viniera con nosotros, y de esa manera se ahorraría el dinero del autobús, además de poder ir juntos.  Quedamos en que su mujer lo vendría a recoger a un pueblo cercano, para ahorrarnos unos kilometrillos. Puestos ya en camino, y para hacer el viaje más llevadero, paramos a mitad de trayecto a desayunar, y cuando volvimos a nuestro coche, nuestros amigos, que iban en el suyo, propusieron hacer una última parada antes de llegar al pueblo, en la capital, para comprar en el supermercado alimentos para el fin de semana. Pero justo a la entrada de Soria, nuestro amigo Juan paró bruscamente y nosotros nos vimos obligados a hacer lo mismo detrás. Entonces salió del coche un poco alterado y nos dijo que Teresa decía que podíamos ir, si queríamos, tirando para el pueblo de Toni, que a Teresa se le había ocurrido en la rotonda anterior  llamarnos para decírnoslo y que él le dijo que no llamara, que ya paraba un poco más adelante y nos lo decía. Nosotros, un poco sorprendidos por el cambio de planes, dijimos que ya nos parecía bien el original, y no vimos ningún sentido en cambiarlo. Teresa también se bajó del coche y nos dijo que ya iba a comprar ella, y que por lo tanto no hacía ninguna falta que fuéramos también nosotros al “super”. Pero mi mujer le respondió que podía ir a comprar ella, si quería, pero que no tenía ningún problema en esperarla fuera. Así que nos quedamos, bien porque no viéramos sentido en la proposición de Teresa, bien porque no tuviéramos la cintura para cambiar  el plan inicial. Mientras Teresa compraba, y el resto la esperábamos, le hice a Juan un par de comentarios sobre el incidente, en la línea de que ya habíamos quedado en el desayuno   en parar todos juntos en Soria, y que para qué de repente cambiar el plan. Juan expresó ser de mi misma opinión, al igual que mi mujer. Toni asintió con su silencio. No se habló más del tema, quedando sentenciada por la mayoría, en ausencia de la minoría, la cuestión.  Cuando Teresa acabó de hacer la compra, nos dirigimos al pueblo en que habíamos quedado con la mujer de mi amigo Toni, donde dejamos a éste y proseguimos nuestra marcha.

Ya por la tarde, y después de una abundante y deliciosa comida, ofrecida por el anfitrión de la casa, Dionisio, tío de Teresa y sobre el que estoy obligado a hablar en otra ocasión, nos enfrascamos en una deliciosa tertulia, producto de la tranquilidad, los nuevos aires, y de las nuevas personas encontradas en el pueblo. Estoy hablando de Noah, la prima de Teresa, de la que también tendré que hablar más adelante. Efectivamente, en ese ambiente distendido, volvió a salir el tema de la parada en el super de por la mañana, y Teresa se expresó así.” Llegando a Soria pensé que mientras yo compraba, vosotros podíais ir tirando para el pueblo donde habíais quedado con la mujer de Toni, y mientras nosotros llegábamos, estar un rato con ella; así  todos íbamos más tranquilos. Pero a Juan no le gustó nada la idea (queda por saber si lo que no le pareció buena idea fue que Teresa llamara, que lo quisiera hacer tan repentinamente en medio de la rotonda o que cambiara de plan) y entonces me dijo que no llamara, que ya pararía 100 m más adelante para decírnoslo él”.El resto de la historia ya lo conocemos.