Yuval Noah Harari es un pensador israelí muy conocido por ser el autor del best seller Sapiens. En una reciente entrevista hace la siguiente reflexión: La identidad ¿herramienta útil u obstáculo? En tal entrevista habla también de las que él considera que van a ser las dos habilidades básicas para la vida en el siglo XXI: La estabilidad emocional y la capacidad de reinventarse. Ambas cobran importancia en un mundo en constante cambio, en el que no hay nada seguro y donde las certezas incuestionables tienen fecha de caducidad cada vez más veloces. Ante ese ambiente plagado de incertidumbre, la capacidad para mantener la estabilidad emocional va a ser determinante. Cuando lo externo es inestable, resulta perentorio que lo interno sea estable. Una de las cosas que más estabilidad nos proporciona es nuestra identidad. Esta ni se ve ni se toca pero es muy real. Es porque soy quien soy que pienso lo que pienso y hago lo que hago. Cada uno de nosotros tiene una historia que explica quien es, y es en función de esa historia que cobran sentido episodios que de otra manera quedarían inconexos. Así, la identidad nos da estabilidad. Si yo soy un determinado tipo de persona, haré un determinado tipo de cosas, me moveré en un determinado tipo de ambiente y me relacionaré con un determinado tipo de gente. Eso me dará una estructura y un orden. Pero también tiene sus peligros. El principal es que me vuelva rígido y cerrado, incapaz de explorar más allá del límite de mí identidad. Entonces cabe preguntarse: la identidad ¿herramienta útil u obstáculo? Porque lo que me resultaba útil puede entonces convertirse en un obstáculo, hasta llegar al extremo que ya ni sirva a su principal función: conocerme a mí mismo. Así, una de las principales tareas que tenemos como humanos, conocernos a nosotros mismos, puede verse entorpecida paradójicamente por el que debería ser el gran instrumento para alcanzarlo: la identidad. Entonces la identidad se convierte en algo que me aleja de mí mismo y de los demás.
Daniel Kahneman es un psicólogo que ganó el premio Nobel de economía por sus investigaciones acerca de nuestras decisiones en contextos de incertidumbre. Esas decisiones tienen mucho que ver con la identidad. Elijo en función de quien soy. Pero lo que Kahneman nos dice es que un sencillo algoritmo puede la mayoría de las veces predecir mejor nuestro comportamiento que un juicio basado en mi autoconocimiento. Por ejemplo, en lo que se refiera a si una pareja tiene futuro como tal utiliza la siguiente fórmula:
Número de veces que hacen el amor – Número de veces que se pelean.
Si el resultado es menor a uno la pareja romperá, y si es superior su convivencia será satisfactoria. Yuval Noah también apoya la tesis de que los algoritmos pueden conocernos mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Las implicaciones de esta afirmación son enormes. Para empezar, que nuestro autoconocimiento es muy pobre. Por otro lado, hoy día disponemos de la tecnología necesaria para recopilar una ingente cantidad de datos respecto a cualquier aspecto de nuestras vidas. O más bien dicho, las grandes corporaciones disponen de esa tecnología. Nuestro papel se ha reducido a alimentar los algoritmos a través de los dispositivos que esas mismas corporaciones nos han vendido, cosa que hacemos gustosamente. Con esos datos en su poder, serán capaces después de predecir nuestra conducta mejor de lo que lo podemos hacer nosotros mismos, lo cual las convierte en todopoderosas. El fatídico 1984 de Orwell ya está aquí. Y ni siquiera nos hemos dado cuenta.
Quizás la alternativa es invertir en autoconocimiento. Convertir nuestra identidad en un instrumento útil y actualizado. De hecho, una identidad útil es aquella que está abierta y que merced a esa apertura está en continua transformación.
Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa