Si hay alguna cosa intrínseca al ser humano es que siempre se está comunicando. Puede ser con los demás o consigo mismo. Cuando una relación está muy deteriorada, invariablemente lo que es deficiente es la manera en que se comunican sus integrantes. Hace un par de días tuve visita con una madre y su hijo adolescente, que se faltaban al respeto de manera habitual. Ella le registraba su habitación y cartera continuamente y le exigía que le explicara inmediatamente sus planes cuando estaba fuera de casa. Él reaccionaba de manera agresiva contestando mal e incluso insultándola, y hasta con algún empujón. Cuando pudimos explorar la naturaleza de la relación, afloró una preocupación genuina de cada uno de ellos por el otro, y la conducta controladora de ella no era más que un desasosiego por el incipiente consumo de marihuana de él, mientras que la agresividad de él respondía a una demanda de espacio, que era incapaz de pedir de forma no violenta. Así que mi trabajo con ellos consistió simplemente en que aprendieran a comunicarse, a relacionarse, de manera respetuosa. No había que trabajar nada de fondo, solo las formas eran inadecuadas, y solo las formas habían deteriorado su relación, hasta el punto de estar al borde de una ruptura definitiva. Los dos estaban sintonizados con el otro, y eran capaces de empatizar, pero no sabían después relacionarse, comunicarse de forma respetuosa.
Para mi está es la clave del bienestar personal: la capacidad de relacionarse de forma respetuosa. Y no solo con los demás, sino también con uno mismo. Porque la forma en que nos comunicamos con los demás es reflejo de la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos. O podríamos también decir que la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos es reflejo de la forma en que nos comunicamos con los demás. La relación con los demás y la relación con nosotros mismos tienen, pues, una interdependencia en la que una influencia a la otra, y a la vez es influida por ella, en la que tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando.
Así, el respeto es el primer ingrediente de una relación saludable, y por ende, de una vida saludable y plena. Porque lo que más plenitud nos da es la manera en que nos relacionamos, cuando esta es respetuosa en toda condición y en toda circunstancia. Cuando le perdemos el respeto a alguien, nos lo perdemos a nosotros mismos. Que se lo digan a Will Smith, aunque se está exagerando en las sanciones a las que se le somete por su famoso bofetón. Qué mayor sanción que la vergüenza ante los demás de su acción, o quizás más importante, ante sí mismo.
La autenticidad y la libertad serian ingredientes que vendrían después del respeto, pues sin el primero no pueden existir. Vendrían a completar los constituyentes de una relación saludable. La autenticidad es la que me permite mostrarme de manera transparente a los demás, y en ese acto logro ser visto como realmente soy, si el otro es capaz de mirar de manera limpia, claro, esto es, sin prejuicios. Y la libertad es la posibilidad de ver cualquier cosa, incluido yo mismo, desde diferentes puntos de vista, es decir, con perspectiva. De la autenticidad y la libertada hablaré más extensamente próximamente.
Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa