El juez Pascual Ortuño, Magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona, y referente en Cataluña y Iberoamerica en el fomento de las Alternativas al litigio judicial en la resolución de conflictos, presentará su último libro, Justicia sin jueces, el próximo lunes, 18 de marzo, a las 18.00 h, en la Biblioteca Central de Igualada. Ortuño es también profesor de Resolución Alternativa de Conflictos en la Universidad Pompeu Fabra. Fue director de la Escuela Judicial Española, Director General de Derecho Privado del Govern de Catalunya. Es también profesor de másteres y posgrados en Mediación en las universidades de Almería, Baleares, Barcelona, Complutense y Carlos III de Madrid.
El magistrado Ortuño sostiene en su libro que la confrontación legal y judicial no es una buena vía para la resolución de conflictos. Expresiones como “Nos veremos en los tribunales” o “lo he puesto en manos de mis abogados” son expresiones tan cotidianas que ya no nos sorprenden, acostumbrados como estamos a ver a los distintos famosos y políticos utilizarlas. Vivimos en tiempos donde los tribunales lo llenan todo, tanto que podemos hablar de una judicialización de la sociedad.
Cuando hablamos del conflicto dentro del ámbito de la familia, una demanda judicial equivale a una declaración de guerra, y cuando hay hijos de por medio las primeras víctimas, y las que resultarán más damnificadas, serán ellos.
La nuestra no es una cultura de la negociación, afirma el juez Ortuño. Además, explica cómo en la práctica diaria de los juzgados y tribunales se constata cómo más de la mitad de los procesos habrían podido solucionarse de forma favorable para ambas partes con una adecuada negociación, pero que no se intentó por la falsa creencia de que podría ganarse un juicio sin la necesidad de negociar nada. En las culturas anglosajonas, por el contrario, la negociación está fuertemente arraigada, siendo la demanda judicial el último paso, al que se recurre cuando todos los demás han fracasado. En la mediación son las propias personas que tienen el conflicto las encargadas de encontrar un acuerdo satisfactorio, y el mediador les ayuda a establecer el contexto que haga posible estos acuerdos, pero sin quitarles el protagonismo, como ocurre cuando hay una demanda judicial, donde son entonces los abogados de las partes y el juez quienes tomarán el protagonismo.
En la cultura anglosajona la demanda judicial será el último paso porque la negociación de una solución entre las propias partes es siempre más rápida y menos costosa, tanto a nivel emocional como económico. Además, los acuerdos a los que se llega después de una mediación siempre se cumplirán mejor por parte de todos, lo que es consecuencia de haber sido apoyados por ambas partes. Pese a que en la vía judicial exista una sentencia, a la hora de la verdad ésta siempre tiene menos peso que la voluntad de las propias personas para cumplir lo acordado.
La población es víctima de esta cultura del litigio, ya que los costes de un proceso judicial repercuten sobre los litigantes cuando deben resolver un conflicto, y la inercia del sistema no les ofrece alternativas al juicio. También ayuda al mantenimiento de esta cultura de la judicialización la convicción popular de que “Sentencia” y “Justicia” son sinónimos. Para el juez Ortuño, y después de más de 30 años dictando sentencias debe presumirse que sabe lo que dice, son dos cosas distintas. Añade que en nuestra cultura, cualquier otra forma de terminación de los litigios, las llamadas terceras vías basadas en el consenso, carecen del mismo reconocimiento social.
En algunos casos, sigue explicando el juez Ortuño, el déficit en la comprensión de la metodología de las Alternativas en la Resolución de Conflictos por parte de los operadores jurídicos (Abogados y jueces) está en el origen del rechazo inicial que suscitan. Se suele temer a lo desconocido, especialmente cuando se ostenta una situación de privilegio en el sistema que se pretende modificar.
La mentalidad competitiva del vencer y ganar es un lastre importante que frena el desarrollo de la mediación, que requiere que las personas intenten imaginarse las razones de la otra parte, que se pregunten por las causas que han motivado las discrepancias y qué dificultades tiene intentar llegar a un consenso. Intentar ponerse en los zapatos del otro no tiene buena prensa, dice Ortuño.
Este acto está organizado por el Grupo de Trabajo de Coordinación de Coparentalidad de la Sección de Alternativas de Resolución de Conflictos del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, junto con la Associació de Psicòlogues i Psicòlegs de l’Anoia, y quiere ser un paso adelante en la difusión e implementación de las Alternativas en la Resolución de Conflictos en nuestro país, dado que desde estas entidades se cree que la judicialización de la vida es un problema social grave. El acto es gratuito y abierto a todo el mundo.
Jose Fernández, psicòleg a Igualada i Manresa